Sentada en el sofá preparando mi taza de café como todas las noches, vi imágenes nunca antes vistas, de esas que perturban los sueños porque rompen el hilo de la congruencia, y es que por extraño que parezca estaba ahí viendo televisión cosa que te parecerá aún más extraña porque es de las cosas más erradas que hago.
De pronto escuche como contaban nuestra historia, de esas que son cuentos de Serna, esa historia que entraña nuestra historia, esa que por sencilla que parezca no se parece a ninguna pero... La estaban contando.
Mi historia, la de ese poeta que me arrulla con sus palabras todas las noches, mi poeta de la casa que evita que mi día sea triste, sin más que decir del poeta que todos los días me acompaño a mí balcón cada vez que me quería tirar, el poeta de los miércoles, ese que arranca las palabras de su creador y las convierte en arte cuando lo dice, ese que no se conoce cuando escribe, el que se ejecuta todos los días soñando.
El poeta que me canta y que le canto, ese que sigue en el cafecito sentado, el que sigue caminando en este valle solitario ese lobo hambriento que camina solo.
El que embruja con su magia, esa sonrisa que cobija mi figura, esos labios que parecen la comida perfecta después del trabajo, el que con sus manos...
Ese que sigue escribiendo y viajando por lugares extraños y nunca avisa su regreso, el que me hace desatinar cuando no le creo, el que mitiga las horas de desvelos.
Y terminando el programa estaban; bueno estaban tomando una copa de vino y tarareando a Sabina...
posdata; me robaron mi historia.
Este post es para ti con cariño, a veces me haces decir cada cosa extraña.