
De setenta,
Treinta son para el delirio de noche
Cuarenta para el hambre de este cuerpo
Y los que vienen para la espera de estos ojos
La realidad es para mis manos un instrumento
Con reservas y repuestos cuando ya no quedan
Hojas, ni historias, ni amuletos
Cuando se nos acaban las palabras,
La imaginación es cómplice ante el letargo de
La tarde
Y la cotidianidad es el milagro de los días
La incertidumbre de lo postergado
Al final; nunca llega solo se hará presente
Un día ocasional con guardia adolorida
Y sin lucro pronunciado
Hoy, solo puedo quitar
El dolor de cabeza, con pequeñas dosis
De “relax” o con un cigarro en los labios
Disolviendo con suavidad
Lo que me entrega la noche.
C.S.L.
Fotografía por: Romain Desfosses
Treinta son para el delirio de noche
Cuarenta para el hambre de este cuerpo
Y los que vienen para la espera de estos ojos
La realidad es para mis manos un instrumento
Con reservas y repuestos cuando ya no quedan
Hojas, ni historias, ni amuletos
Cuando se nos acaban las palabras,
La imaginación es cómplice ante el letargo de
La tarde
Y la cotidianidad es el milagro de los días
La incertidumbre de lo postergado
Al final; nunca llega solo se hará presente
Un día ocasional con guardia adolorida
Y sin lucro pronunciado
Hoy, solo puedo quitar
El dolor de cabeza, con pequeñas dosis
De “relax” o con un cigarro en los labios
Disolviendo con suavidad
Lo que me entrega la noche.
C.S.L.
Fotografía por: Romain Desfosses